El inventor de la luz by Manuel Manzano

El inventor de la luz by Manuel Manzano

autor:Manuel Manzano [Manzano, Manuel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2005-10-31T16:00:00+00:00


14

Gina escuchaba las palabras de su maestro con gran atención, sabiendo que el relato le revelaría las verdaderas causas de la profunda amargura que albergaba el corazón de aquel hombre. A pesar de que lo respetaba y creía que era el mejor artista de todos los tiempos, una punzada de realidad le decía que también era un hombre de carne y hueso cuya vida había discurrido casi ajena a su voluntad, determinada por el sentimiento de culpa y el arrepentimiento, por un lado, y por un amor no correspondido del que apenas albergaba esperanzas.

Michelangelo continuó con el relato de su pasado.

Pocas semanas después de la violenta visita al taller de su rival, el maestro tuvo la primera de una serie de entrevistas secretas con un misterioso mensajero.

Aquel hombrecillo entrado en carnes que debía de rondar la cuarentena y cuyo aspecto recordaba al de un hurón gordezuelo, le explicó que el motivo de su visita nada tenía que ver con el arte. Era la política, los altos asuntos de Estado, lo que ahora exhortaba su actuación.

Las relaciones de Michelangelo con los poderosos le habían aportado más amarguras que alegrías. Pero era requerido por el papa para un asunto de vital importancia para el mantenimiento de la paz y del orden. Michelangelo accedió a escuchar el plan del emisario. Los poderosos le incomodaban, pero le incomodaba mucho más la posibilidad de caer en desgracia. Y creía que lo inteligente no era precisamente morder la mano de quien le daba de comer.

Alejandro VI, papa de conducta licenciosa y vida disipada que incluso había dado al mundo un hijo, tenía entre ceja y ceja a Savonarola. No estaba dispuesto a abandonar el dolce far niente así como así, y menos por culpa de Savonarola, un hombre que, según las estrictas leyes de la Iglesia, debía rendirle obediencia absoluta.

Cuando el religioso instauró en Florencia una suerte de democracia teocrática cuyas ideas dictaba en la sombra aunque no participase activamente de la vida política cotidiana y cuando, al poco, la exaltación moral de sus acólitos derivó en un complejo sistema de control y espionaje, el papa pensó que nadie estaba a salvo del fanatismo de aquel clérigo advenedizo, y él el que menos. No podía luchar contra la masa ingente de seguidores del fraile —una masacre le daría peor fama de la que ya arrastraba por culpa de sus conocidas orgías con prostitutas— pero podía descabezarla. Y las fuerzas que actuaban bajo sus órdenes tenían ya una nutrida experiencia en el tema. Solo faltaban el cebo y el anzuelo, y Michelangelo, que por su propio interés gozaba de la aceptación y respeto de casi todo el mundo, incluido Savonarola, le sirvió de punta de lanza.

El maestro aceptó el plan que se le propuso y, por mediación de un mensajero, le ofreció al clérigo acogerlo en su residencia de Florencia, convenciéndolo de que el papa nunca pensaría que él, que estaba a bien con el poder, le prestara ayuda alguna. A Savonarola ya no le quedaban muchas



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